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En este episodio de Am...

Interrumpimos esta programación para dar una mala noticia.

La escritora del blog  está triste por unos pedillos. 

Pero ya hablando en serio, seré 100% sincera con ustedes. A mí me gusta mucho escribir e intentar hacerlos reir, pero el dia de hoy no me siento con los ánimos, así que el día de hoy (y también en honor a la reciente quincena de chismecito) usaré este blog como un diario de una experiencia reciente que me tiene muy triste para que las tres personas que lo leen conozcan un poco de mi vida.

La verdad soy una persona con muchos problemas de autoestima y “daddy issues” desde que tengo memoria, lo cual me ha hecho muy insegura en la gran mayoría de mis relaciones.

Cuando empecé a andar con mi último novio, todo comenzó bien, me sentía tan enamorada a pesar de mis inseguridades. Soy una persona que sobrepiensa todo, así que empecé a preocuparme por lo mucho que lo veía en el celular. Constantemente estaba respondiendo mensajes del trabajo sin importar la hora que fuera y yo siempre estaba así:

 

Ahora, si hay algo que me heredó mi papá, es la buena memoria (algunos lo llaman rencor, pero en fin). Contaré todo con fechas porque es importante.

El 16 de junio fui a la casa de mi novio; había sido un muy buen día con él, pero llegamos a su casa cansados. Él se quedó dormido y solo tiene un conector de su lado de la cama, así que me cambié de lugar para cargar mi Nintendo Switch porque me había quedado jugando. Poco después, ahí lo vi, a un lado de mí: su celular. Era como tener un diablo y un ángel diciéndome que lo haga y que no lo haga. Pero pues, si no lo hubiera hecho, no estaría contando esta historia.

Agarré el celular y vi un par de cosas que, a pesar de que no son engaño, no me sentaron bien. Una de sus amigas lo había invitado a una fiesta y le decía: “Ándale, ven, va a haber morras chidas”, a lo que él contestaba: “Entonces déjame, me pongo guapo”. Lo otro que encontré era un comentario en la historia de una chica con la que había salido hace varios años; él le ponía: “Me acuerdo de ese cinto, me acuerdo de todo, hasta cuando estabas bien borracha en mi carro”, y cosas por el estilo. Una conversación que consideré coqueta y fuera de lugar, pero en fin. Por último, encontré un mensaje por WhatsApp que había sucedido el 21 de mayo con una chava a quien llamaremos “Paulina”. Sentí que se me hundía el corazón. En esos mensajes, él insistía en verla y en que ella le mandara fotos como él se las mandó a ella, a lo que ella le contestaba: “¿Y tu novia qué?” Este mensaje de WhatsApp tenía muy poca conversación entre ellos, ni salían las fotos de mi novio, por lo cual era obvio que él estaba borrando los mensajes.

No pude con la ansiedad y tristeza que sentí, así que lo desperté. Él al principio estaba confundido, preguntando “¿qué Paulina de qué hablas?” Cuando la encuentra, dice: “¿A esa Paulina? No manches, ella es la exesposa de un amigo. Pero mi amigo está teniendo problemas legales con la custodia y la quiere cachar siendo infiel”, o algo por el estilo. Le pregunté por las fotos y me dijo que siempre que él le mandaba mensajes a ella, su amigo estaba presente y que habían mandado fotos que encontraron en internet. Cuando le dije que por qué no le marcaba a su amigo, me dijo que su amigo estaba huyendo de la ley, que todos los mensajes entre ellos se habían borrado, que no tenía cómo contactarlo porque prácticamente el amigo estaba desaparecido.

Sí, lo sé, suena como una excusa sumamente ridícula. Todas mis amigas me dijeron…

Pero parte de estar lidiando constantemente con odiarse a uno mismo es que comienzas a crear relaciones codependientes. Lo platiqué con mi psicóloga; no podía cortarlo así nomás, quería que todo lo que me estaba diciendo fuera cierto, y ella al principio me dijo: “Apuesta por él, créele”.

Él y yo hablamos y habíamos quedado en que le iba a mandar un WhatsApp a Paulina explicándole todo, y él me prometió que cuando le mandara mensaje, yo iba a estar presente.

Fueron meses de peleas constantes, él gritándome: “¿Por qué no confías en mí? ¿Qué te hice yo?” Y cada vez que le mencionaba lo de Paulina, él me decía que eso ya había pasado, que ya lo dejara ir, que aprendiera a confiar y a perdonar. Él se estresó tanto que me dijo que ya no quería mandarle mensaje a Paulina y la bloqueó.

Teníamos buenos días y muy malos días. Si él tardaba en contestarme, yo solo pensaba en que se encontraba con Paulina. Cada vez que escuchaba el molesto silvido de cuando te llega mensaje en un Samsung sentia como se me revolvía el estómago. En las noches me repetía una y otra vez la conversación que le descubrí intentando convencerme que lo que el me dijo era verdad y en las sabias palabras de Sabrina Carpenter pensaba "por favor, por favor, por favor, no les des la razón". Me sentía humillada y como una burla. Si yo se que esto no es el acto físico de engañar y que cada persona tiene distintos límites, pero yo solo pienso en las intenciones al mandar esos mensajes, ya que no es la primera vez que le encuentro mensajes por el estilo a un ONVRE.

Curiosamente, durante este tiempo, él y yo fuimos a diferentes fiestas y reuniones en las que alguna chica se llamaba Paulina, y la verdad, yo no me acordaba de la cara de Paulina en su foto de WhatsApp, solo sabía que era una mujer de cabello castaño. Cada Paulina que conocía era como revivir los mensajes, pero él me decía que ninguna de ellas era.

Busqué en su Instagram y en su Facebook, pero no había absolutamente nada.

Si había Paulinas, pero yo sabía que ninguna de ellas era la Paulina de los mensajes. La verdad, el nombre Paulina me ha estado acechando desde mucho antes, pero esas son historias para otro día. Lo siento si alguna de mis tres lectoras se llama Paulina.

Para no hacerles la historia tan larga, el viernes pasado estaba en mi rutina diaria de disociarme en Facebook y vi que mi novio había publicado algo. Fui a su perfil y decidí empezar a irme para abajo. Estaba analizando cada “like”, cada “me importa” que le daban, cada comentario que le ponían. Llegué a una publicación de octubre en la que él decía que se estaba regresando a Chihuahua de Aguascalientes (en ese entonces ya andábamos y el viajaba de vez en cuando por su trabajo). Me metí a los “likes” y lo vi. Una chica llamada Paulina le había dado “me encorazona”, y esto es algo que ya me había pasado, pero no sé qué sentí en mi estómago y supe que era ella.

Empecé a debatir si debía mandarle un mensaje. ¿Qué pasa si es una chava sangrona? ¿Qué pasa si no es ella? Decidí mandarle un mensaje, al cual ella contestó de inmediato y me lo contó todo. En verdad, ojo de loca no se equivoca.

Ellos dos nunca se habían visto en persona mas que cuando se habían conocido hace 10 años; ella sí estaba con el amigo de mi novio. Ella y el amigo de mi novio habían tenido problemas. Ella ya había pensado en contactarme, pero le daba miedo que fuera una de esas novias que no le creerían. Me dijo que había borrado todas las conversaciones, pero me confirmó todo y me dijo que en una de las últimas conversaciones que tuvieron, él le dijo que él y yo habíamos cortado y que la quería ver. Ella me quiso ver en un parque esa tarde  (lo cual se sintió prohibido) para hablar más y me dijo que su pareja no estaba desaparecida, que ella lo había visto ese mismo día.

Confronté a mi novio y empezó a decir que era increíble que no creyera en él, que seguía teniendo desconfianza. Amenazó con cortarme y me dijo que esta chava no tenía nada mejor que hacer más que causar problemas, pero que él había sido sincero. Lo confronté sobre cuando le dijo que habíamos cortado, y él me dijo que solo le dijo eso para que ella cayera en una trampa y que era cuando él le pensaba decir todo lo de su amigo.

Le dije: “¿Que no se supone que yo iba a estar presente si tú tenías alguna conversación con ella?”, a lo que él solo me contestaba: “No sé, no me acuerdo” repetidamente. Me pidió que la bloqueara (Spoiler: no lo hice). Yo sé, si estás leyendo esto, probablemente piensas “¡córtalo!”. Es más, yo sé que si alguna de mis amigas, hermanas o cualquier chica estuviera en la misma situación, yo le daría el mismo consejo. Y la verdad, no encuentro cómo explicarlo aquí porque, por más que lo quiera justificar, suena estúpido.

El día de ayer, Paulina me manda un mensaje: “¿Qué crees? Encontré una conversación de Facebook”. Esta conversación sucedió el 8 y 12 de julio (después de que le encontré los mensajes). En estos mensajes, él estaba insistente en verla, y es cuando le dice que él y yo habíamos cortado por los mensajes que les encontré. Se me revolvió el estómago y se los mandé. Él me llamó alterado y me dijo: “No sé por qué te están haciendo esto. Pásame el número, los voy a confrontar”. Yo solo quería una explicación; él me dijo algo estúpido como: “¿Sabes lo fácil que es editar una conversación?” Le dije que si eso fuera cierto, ¿cómo era posible que supieran los detalles? Que cómo me pide que confíe si volvió a mentirme.

Yo sé que se preguntarán, ¿Ahora si lo cortaste?

A lo que yo respondo:

 

En fin, en verdad me gustaría decirles que esta historia termina conmigo siendo una mujer empoderada y conmigo finalizando con todas estas cosas que causan ansiedad. Que Paulina y yo nos hicimos mejores amigas y nos desaparecimos en la distancia al estilo Thelma y Louise. Pero tristemente no es así; estoy a dos días de cumplir 29 años y me siento tan insegura y estúpida como cuando tenía 16.

Como les dije, todo esto que pasó me tiene triste y ha sido como una tortura mental en la que mis propios pensamientos no me dejan dormir, así que quise expresarlos un poco por aquí.

La verdad, trabajar aquí con todas las personalidades que tenemos ha sido algo que me ayuda muchísimo a lidiar con estas cosas. Por ejemplo, el viernes pasado, mientras yo tenía un colapso mental, todos se pusieron de acuerdo para traer chilindrinas y hacer la despedia/celebracion de cumpleaños de una de nuestras cortadoras del taller con su canastita de dulces. Y aunque suene cursi, pienso que estas son de las mejores cosas de trabajar en un lugar como este, porque todos nosotros estamos lidiando con distintos problemas en casa pero aún así nos tomamos el tiempo para hacer el trabajo menos monotono y pesado.

¡Mucho éxito, Diana! Te vamos a extrañar.

 

Si leíste hasta aquí, en verdad gracias por leer mi triste historia, cuiden de su salud mental y si su sexto sentido les dice que algo no está bien es por algo.

Y no crean que se me olvidó su código de descuento. ¡Díselos, Justin! 👉🏻👉🏻

Acompáñanos en el próximo episodio de Amamos los Vestidos, en el que sí te contaré lo prometido la semana pasada.

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